Al otro lado
Escribí estas líneas hace tiempo. No sé si un año o dos. Hoy siguen estando de actualidad, por desgracia. Y ojalá no lo estuvieran. Ojalá nacer a un lado u otro del Mediterráneo no fuese determinante para el destino que te aguardase. Ojalá no tuviésemos que plantearnos si es ético o no reproducir ciertas imágenes.
Cambiad los nombres de los países, Libia por Turkía, el desierto por la guerra ¿qué más da? El destino siempre espera al otro lado del mar. ¿Cómo no salir a su encuentro?
AL OTRO LADO
Miro a mis hijos y miro al mar. No estoy acostumbrada a dar las gracias,
pero hoy me siento afortunada por haber nacido en esta orilla del Mediterráneo.
Las olas acarician igual todas las playas, el mar susurra siempre en el mismo
idioma, las mujeres y los hombres se levantan cada mañana para luchar por la
vida, y tanto allí como aquí, harían cualquier cosa por mejorar su futuro.
María juega con su hermano Daniel y yo no puedo evitar pensar que allí,
al otro lado, un chaval de su edad estará subiendo a una barcaza en busca de
las costas europeas. Morir ahogado le parece un precio razonable con tal de
abandonar el infierno. Harto de la guerra, de la miseria, de la violencia, ha
cruzado a pie el desierto y ha llegado a la costa de Libia. Ha trabajado duro y
ha entregado los dólares que cuesta el incierto viaje a merced de las olas.
Daniel me sonríe. A veces creo que adivina los derroteros que toman mis
pensamientos. Fue él quien me mostró que es mejor hacer que lamentarse. Que
aunque pueda parecer poco, ese poco que pueden aportar mis manos, siempre será
mejor que nada.
Está anocheciendo, y Daniel se coloca el chaleco reflectante de Cruz
Roja. Hoy tiene turno de noche.
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