La luciérnaga
Una noche, en el huerto, vi una luciérnaga. Me sorprendió su brillo, muy tenue, revoloteando a unos metros de mí, como una pequeña estrella. Nunca había visto una luciérnaga, y hasta ese momento las consideraba casi como un animal mitológico. Tal vez por eso, después de seguir su vuelo durante un par de minutos, pensé que sería oportuno formular un deseo. Han pasado más de quince años desde entonces, pero todavía no he perdido la esperanza.
Tal vez las luciérnagas no tengan la capacidad de conceder deseos. Es probable que tampoco las estrellas fugaces, los dientes de león, o las velas de cumpleaños. Pero yo seguiré con la ilusión intacta. No pierdo nada por cerrar los ojos, cuando me tumbo en la cama cada noche, y dejar que mi imaginación vuele ─y brille─ igual que la luciérnaga.
Porque al final ¿qué es la vida sino una colección de ilusiones con las que soñar a diario? Para mí, la magia de cada día consiste en saber descubrir ese deseo que aún tenemos pendiente de cumplir.
La esperanza, la ilusión, la imaginación, la magia de los sueños, es algo que nunca debe faltar en nuestra vida, aunque algunas cosas, como pedir deseos a una estrella, o a unas velas pueda rozar la superstición, este tipo de creencia es buena, ¿por qué no? somos libres de ilusionarnos, incluso con una luciérnaga.
ResponderEliminarPor cierto, entre tú y yo, efectivamente son seres mitológicos, mágicos, es el disfraz que usa un tipo determinado de hada (amigas mías) para entrar en nuestro mundo y espiarnos, las hadas son muy curiosas.
Un beso.
Algo así imaginaba yo, Edurne. Porque de hadas tú entiendes un rato ¿verdad?
ResponderEliminarYa te digo, colegillas...
ResponderEliminar