Hoy solamente puedo decir esa palabra: GRACIAS. A mis compañeros del Club de Escritura por haber hecho posible que este sueño se cumpla de nuevo. Por la magia de vuestras palabras, por esos miércoles, y los muchos que nos quedan, por las cañas de después y por todos esos correos electrónicos. Por hacer de este Club algo vivo. A los amigos que nos arroparon ayer en la presentación de nuestro libro. Porque supisteis ver que para nosotros era importante teneros cerca. Porque supisteis sacar ese ratito para acompañarnos. A los que no pudieron estar, pero nos enviaron su cariño de mil maneras diferentes. A María José Sáiz, nuestra maestra de ceremonias, por hacerlo tan bonito, tan agradable y tan nuestro. A Alberto López Aroca por regalarnos ese prólogo, y por estar ahí en este día especial. A Rosa Villada, nuestra Rosa. ¿Qué le podemos decir a Rosa, si todas las gracias que le demos son pocas? A mí personalmente, es una de esas personas que de alguna manera me han marcado. C